Llamar “disidencia controlada” a cada voz que no repite el coro oficialista dentro de ciertos círculos, es un acto de cobardía y un arma sucia que sirve al enemigo de la patria. Porque, no nos engañemos: cuando los manipuladores señalan a los verdaderos defensores del pueblo como infiltrados, lo que hacen es dinamitar desde dentro la resistencia real. ¿Y qué pasa después? Pues que los seguidores, ciegos por el dogma, hacen el trabajo sucio que el poder agradece con aplausos en silencio. En vez de encarar al gobierno opresor y a los medios serviles, van contra sus propios compañeros de lucha y llaman borregos al pueblo oprimido.
Esa práctica es más venenosa que cualquier bala, porque destruye confianza, divide al pueblo y fortalece al tirano. Es perverso disfrazar de radicalismo una estrategia que solo debilita. No se defiende a la patria apagando las voces honestas, sino dándoles espacio. El verdadero patriota no teme escuchar lo distinto, teme callar ante la injusticia. La lealtad no se demuestra alineándose a ciegas, sino luchando hombro a hombro contra el poder que oprime.
Sepa, que la próxima vez que escuche la palabra “disidencia controlada” quien la pronuncia es un aliado del enemigo y tirano del pueblo, doble agente con doble moral, al servicio de un estado opresor.
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