La muerte volvió a sorprendernos

Por. Carlos T. Martinez

La vida tiene una forma extraña, y a veces cruel, de recordarnos que nada es permanente. Uno se levanta cada día creyéndose eterno, pero la muerte siempre está ahí y llega sin pedir permiso.

Tengo claro que en este mundo nadie se escapa, pero eso no quita que la partida repentina duela, sacuda y nos deje pensando.

El 2025 nos arrebató figuras que parecían eternas, como el duro golpe que significó la muerte de Rubby Pérez, “la voz más alta del merengue”, quien se fue de manera trágica, dejando un silencio imposible de llenar. En dicha tragedia también murió el saxofonista Luis Solís.

El merengue también perdió a Diómedes Núñez, líder del Grupo Mío, así como a Raffy Matías.

Félix Cumbé, querido por el pueblo dominicano sin importar fronteras, también dijo adiós.

La juventud tampoco estuvo exenta. Franklin “The Boss” de León, con su propuesta fresca de merengue urbano, también partió.

Cheo Zorrilla, compositor, trompetista y creador de canciones que otros inmortalizaron, se marchó dejando un legado que seguirá sonando, aunque él ya no esté.

El teatro, la comunicación y la actuación también quedaron de luto con el fallecimiento de Iván García Guerra, hombre del teatro; Alexis Barreras Corporán, promotor y locutor; y Socorro Castellanos, voz respetada y referencia obligada, quienes cerraron un capítulo importante de la comunicación dominicana.

En agosto nos sorprendió la muerte de Angelita Curiel, “La Mulatona”, una mujer que rompió esquemas desde el humor con picardía.

El cine perdió a René Fortunato, comprometido con la memoria histórica del país, dejando un vacío difícil de llenar. También partió Agliberto Meléndez, pionero del cine dominicano y fundador de la Cinemateca Dominicana.

En la literatura y el pensamiento cultural, la muerte de José Rafael Lantigua fue un golpe silencioso pero profundo; su aporte intelectual seguirá siendo referencia obligada. Miguel Ángel Martínez, actor de cine, teatro y televisión, también se despidió.

El 2025 nos dejó claro que el arte no es eterno, pero el legado sí. Cuando Dios lo permita, nos reencontraremos.

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