Crece la expectativa en Londres por el retorno de Donald Trump. Más allá de preservar la ‘relación especial’ de las dos naciones, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente electo estadounidense tendrán que construir un nuevo vínculo estratégico que supere sus liderazgos antagónicos. Se prevé que la agenda esté dominada por la OTAN, las guerras en Medio Oriente y Ucrania, el comercio y su tensión personal.
Faltando menos de dos meses para el regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, la “relación especial” con el Reino Unido, su gran aliado en Europa, arranca con tensión, divergencia en visiones y controversia con las caras visibles del Gobierno laborista.
Y es que las piedras que en el pasado le lanzaron aliados del ahora primer ministro británico, Keir Starmer, a Trump parecen perseguirlos y hacer que ese vínculo arranque con el pie izquierdo.
Al menos cinco ministros del gabinete, como la viceprimera ministra, Angela Rayner, el secretario de Salud, Wes Streeting, la titular del Interior, Yvette Cooper, y el secretario de Energía y Cambio Climático, Ed Miliband, han hecho comentarios desobligantes sobre el político republicano.
Pero, tal vez los más dañinos y que pueden traer implicaciones mayores son los del canciller británico, David Lammy, quien, entre otras, lo llamó “sociópata neonazi” y desató la polémica.
Incluso, el influyente columnista de The Telegraph y exdiputado laborista Tom Harris sugirió que “despedir o degradar a Lammy lo antes posible demostraría a la administración entrante (de EE. UU.) que Starmer se toma en serio la reparación del daño que Lammy, con su lenguaje infantil, ha causado a la ’relación especial’ – la estrecha cooperación en materia de defensa, seguridad e inteligencia–”.
Al llamado a disculparse se sumó también la líder conservadora Kemi Badenoch.
Lo que se sabe es que no ha habido disculpas ni privadas ni públicas, pero, anticipándose al regreso de Trump, Starmer y Lammy se reunieron con el republicano en septiembre en Nueva York para limar asperezas. Heridas que, no obstante, se avivaron semanas antes de que concluyera la campaña en Estados Unidos.
Una «montaña rusa» a la vista
Sabiendo que el que pega primero pega dos veces, pocas horas después de las elecciones estadounidenses, tanto Starmer como Lammy felicitaron a Trump por su “triunfo histórico” y se mostraron confiados en que esa relación especial bilateral seguirá afianzándose.
Sin embargo, el mensaje, de puertas para dentro, se traduce en incertidumbre dentro del Gobierno británico. No hay certezas ni previsiones que resistan a un Trump recargado y con una billetera gigante para reescribir su historia.
Lo cierto es que la relación entre Trump y Starmer será como mínimo incómoda y compleja. No solo por sus radicalmente diferentes personalidades y estilos de vida, sino especialmente por el tipo de liderazgo que ejercen y los valores democráticos e ideológicos que representan.
Starmer es un abogado de Derechos Humanos que basa sus decisiones en la ley y es obsesivo en honrar sus orígenes de clase trabajadora; en la otra orilla, Trump es un millonario de Nueva York que tiene una visión relajada de la ley y que carga con antecedentes en la Justicia.
“Trump es claramente una personificación de la política populista para Estados Unidos. Starmer es en gran medida un gerente de partidos. Tomó el Partido Laborista y lo readministró o lo ajustó para que llegara al poder”, sostiene Richard G. Whitman, profesor de Política y Relaciones Internacionales del Global Europe Centre de la University of Kent.
Sin embargo, no hay duda de que los dos líderes trabajarán por esa “relación especial” que ha unido a sus naciones desde la Segunda Guerra Mundial.
Mucha agua ha corrido debajo del puente desde 2021. Trump se encontrará ahora con el primer Gobierno laborista en 15 años.
En su primera Administración, los conservadores Theresa May y Boris Johnson eran los ocupantes de Downing Street y, aun así, desde esa cercanía ideológica, la relación fue tensa.
Las preocupaciones se basan en el impacto en la economía británica de un alza de aranceles, el futuro de la OTAN y el apoyo a Ucrania.
“Parece que nos espera otra montaña rusa en lo que respecta a las relaciones con Washington”, dice la BBC.
“Habrá menos alineación en materia climática, potencialmente en materia terrorista, dependiendo de la escala y el impacto, y posiblemente en los conflictos en Ucrania y Oriente Medio”, explicó el Alexander Evans, profesor del School of Public Policy de London School of Economics.
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Trump acusa a los laboristas de interferencia
La campaña de Trump denunció al Partido Laborista británico, del que Keir Starmer es jefe, por interferencia extranjera.
Esta denuncia estuvo vinculada con el viaje de al menos cien voluntarios laboristas que fueron a estados péndulo en Estados Unidos para hacer campaña por Kamala Harris.
Esa búsqueda de voluntarios se hizo a través de un mensaje en Linkedln que luego fue usado como la prueba reina de esa interferencia en la campaña.
Aunque el laborismo asegura que no fueron enviados oficialmente por Starmer o el partido y que se hace en todas las elecciones, el hecho generó un nuevo enfrentamiento con los republicanos estadounidenses.
SOS por la OTAN
Desde su primer mandato, Trump se ha mostrado escéptico sobre la importancia de la OTAN, lo que se traduce en un panorama difícil para Ucrania.
El republicano ha prometido acabar con esa guerra rápidamente. De hecho, ha dicho que esta no habría empezado si él hubiese estado a cargo.
Si Trump da marcha atrás en la postura de Estados Unidos, tendría consecuencias enormes para la estrategia ucraniana, ya que Washington es su primer gran financiador y patrocinador.
El Reino Unido es el segundo, con 12.800 millones de libras esterlinas (unos 16.000 millones de dólares), 7.800 millones de los cuales son en apoyo militar y, con otros aliados, han entrenado 50.000 soldados ucranianos en bases militares en Inglaterra.
Ese clima hostil de Trump hacia la OTAN, que marca kilómetros de distancia con Starmer, se extiende hacia el multilateralismo y, por ende, enmarca un Estados Unidos mucho más desligado de la agenda internacional. Mientras el británico abraza “resetear” sus relaciones con la Unión Europea tras el Brexit y destaca lo fundamental del multilateralismo, Trump cuestiona si este tiene beneficios en concreto para Estados Unidos y si, sobre todo, justifica su apoyo económico.
Por ello, este menosprecio puede ser problemático también para Europa.
“Si tomamos la palabra de Trump al pie de la letra, es un transaccionalista, por lo que está buscando un acuerdo. Supongo que para los europeos la pregunta es: ¿es la OTAN un buen negocio para ellos? Si no lo ve como un buen negocio, ¿podemos persuadirlo de que lo es? En pocas palabras, eso probablemente signifique gastar más dinero, diría yo. Eso puede ser un shock para algunos gobiernos que preferirían no gastar tanto dinero en defensa”, afirma Whitman.
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Los aranceles y la ‘relación especial’
Estados Unidos es el mayor socio comercial y el principal inversionista en el Reino Unido. Ese intercambio asciende a 315.000 millones de libras (casi 400.000 millones de dólares), según el Gobierno británico.
No hay claridad si estar fuera de la Unión Europea (UE), en medio de una guerra comercial, basada en aranceles, que ha esbozado Trump, podría beneficiar o perjudicar al Reino Unido.
Aunque si extiende las tarifas y aranceles a las exportaciones británicas, el impacto puede ser importante.
“El Reino Unido, no forma parte de la política comercial de la UE, por lo que es potencialmente un Estado más vulnerable, pero también tiene la posibilidad de llegar a un acuerdo con Trump. Esa podría ser una característica de cómo Trump interpreta la relación especial, pero también plantea dificultades reales porque es muy dependiente de Estados Unidos”, explica Whitman.
El factor Elon Musk
Desde los primeros días del Gobierno laborista, el multimillonario Elon Musk, cercano a Trump y que formara parte de su equipo de Gobierno, no ha perdido oportunidad para criticar a Starmer desde su red social X.
Es evidente que Musk tiene una visión bastante negativa sobre el Reino Unido y, sin disimularlo, del primer ministro, a quien ha llamado “‘two-tier Keir” (“Keir de dos niveles”). Esto en referencia a una teoría conspirativa de que la Policía trató a los “manifestantes” blancos de extrema derecha con mayor dureza que a otros grupos durante los disturbios antimigrantes de este año.
Han sido varios los trinos que le ha dedicado Musk a Starmer, algunos relacionados con los detenidos y con libertad de expresión en redes sociales.
“¡Arrestado por hacer comentarios en Facebook! ¿Es Reino Unido o la Unión Soviética?, se preguntó el magnate.
Musk incluso planteó si el Reino Unido estaba cerca de una «guerra civil», en medio de los disturbios violentos que por más de una semana se tomaron las calles de Londres y especialmente zonas deprimidas del norte de Inglaterra e Irlanda del Norte.
El Gobierno, por su parte, sin nombrar a Musk, pidió a las compañías dueñas de redes sociales que ayudaran a bajar la temperatura en las plataformas.
Al ser una de las figuras clave del nuevo gobierno Trump, liderando el departamento de eficiencia, ¿tendrá esa tensión evidente un impacto en la relación bilateral?
“Creo que habrá algunas excepciones en lo que respecta al personal que realmente importa. Una de ellas será Elon Musk”, afirma el director del Phelan US Centre de LSE, Peter Trubowitz.
Distancia con Israel
Aunque Starmer afirma que el giro de política hacia Israel no tiene ningún componente político, líderes judíos sostienen que sus decisiones marcan una distancia con un aliado fundamental, en un momento decisivo.
Una de las posturas más polémicas de Starmer ha sido la de no rechazar la orden de captura de la Corte Penal Internacional contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Starmer ha reiterado que la solución de fondo, la política y la necesaria, es la de dos Estados, reconociendo un Estado palestino independiente.
Aquí difícilmente podría estar más distante de Estados Unidos. El nombramiento de Mike Huckabee como embajador en Israel es un grito elocuente del lazo de Trump con Israel y su perspectiva sobre la guerra en Medio Oriente.
Peter Mandelson, una de las figuras históricas del laborismo y quien podría ser el nuevo embajador británico en Washington, le aconsejó a Keir Starmer que, como estrategia hacia Trump y a Musk, acerque a su Gobierno a Nigel Farage, la cara visible de la ultraderecha en el Reino Unido.